sábado, 23 de junio de 2012

Cristina contó cómo vivió la Guerra de 


Malvinas: "el duelo es eterno"


En Nueva York, recibió a madres de soldados argentinos caídos en combate. El recuerdo de Néstor y de Máximo a los 5 años.


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El reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas es uno de los ejes centrales de la política exterior argentina. Fue también, uno de los puntos discutidos durante la última cumbre del G-20, que provocó un cruce entre la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su par británico David Cameron.

Y además fue el motivo de la visita de la mandataria al Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, la semana pasada en Nueva York. Durante ese viaje, Cristina recibió a un grupo de madres que reclaman la identificación de sus hijos, fallecidos durante la guerra de 1982 y enterrados como NN, y recordó como vivió el conflicto.

"Ellas saben que además de la sensibilidad de madre -el vínculo con un hijo es único y particular-, tengo una sensibilidad muy especial por Malvinas. Néstor me decía: 'Sos muy malvinera'", dijo ante el grupo de madres, según publicó la revista Gente, que presenció el encuentro y las memorias de la presidenta.

"El 2 de abril yo salgo de casa en el barrio APAP, donde todavía vive Máximo, sin saber nada. Para ir al centro pasé por el regimiento y vi autos con banderitas, tocando bocina, pin pin bum bum. Llegué al estudio y un amigo me dice '¿Viste? ¡Las tomamos!'. '¿Qué tomamos?", le dije. '¡Las islas Malvinas!', gritó. Me quedé helada. Sinceramente no me alegré", aseguró la mandataria.

El jóven Máximo. "Al rato llegó una compañera -la madre del gobernador Peralta, Nélida Peralta-, enojadísima: '¡Esto lo hacen para quedarse!'. Era lo que todos sabemos hoy, pero que no todos percibíamos entonces. Mi hijo [Máximo Kirchner], de cinco años en el '82, viene al estudio y como se había reunido toda la gente en la plaza, me pide: 'Quiero ir, quiero ir'. 'Yo no voy a ir, Máximo', le digo. Había un chico en el estudio y se ofreció: 'Yo lo llevo, doctora'. Y va. Este muchacho que lo llevó era chileno... Entonces estaban ahí gritando y Máximo, que era terrible, terrible, le dice: '¿Y vos por qué gritás, si sos chileno?' Máximo desde chiquito era el padre potenciado por dos", continuó Cristina.

Según la presidenta, Máximo "estaba feliz. Y yo le decía: 'Los ingleses van a venir'. Era claro que iba a pasar lo que pasó. Néstor y yo lo vivíamos así; no era un espíritu derrotista, era ser realista. Cuando trabajábamos en el estudio, mi hijo se quedaba con mi suegra y al salir lo pasábamos a buscar en auto. Me acuerdo que Máximo jugaba todo el día con los soldaditos y miraba la televisión. Cuandon hundieron el Sheffield, gritaba de contento. Él siempre tuvo soldaditos de todo tipo. Incluso la canción que más le gusta de Víctor Heredia es Aquellos soldaditos de plomo... Cuando la flota sale de la isla Ascensión, lo vamos a buscar como siempre. Él se sienta atrás, con su pelo cortado como en taza, y le digo: 'Bueno, Máximo, vienen los ingleses.' '¿Cómo que vienen?", me dice. 'Sí, salieron de Ascensión'. '¿Nos pueden invadir?', preguntó. 'Y claro, viene la flota'. ¿Vos sabés que se quedó mudo desde el estudio hasta la casa, que es prácticamente media ciudad? Era chiquito, pero entendió que eso era muy grave".

La guerra en Río Gallegos. Cristina también narró cómo se vivió el conflicto en la capital de Santa Cruz: "Como la mayoría de las casas no tienen persianas, yo tapaba las ventanas todas las noches con frazadas. Compré cinta negra en la ferretería y la pegué en las luces del auto, dejando sólo una hendijita para iluminar. El oscurecimiento era total. Los chicos tenían simulacros de bombardeo en el colegio, se escondían debajo de los escritorios. Por la noche sonaban las sirenas. Estaba siempre esa cosa de que los ingleses iban a atacar Río Gallegos, porque era una suerte de Hiroshima: bombardeaban la ciudad y se terminaba la guerra. Vivíamos con ese temor", sostuvo.

La rendición. "Por esas raras coincidencias, estaba en Buenos Aires, en el estudio de un amigo. Y viene la secretaria y nos dice: "Se está juntando la gente en la Plaza de Mayo". Eran las dos o tres de la tarde y yo dije "voy", y me fui. A las seis, la Plaza estaba que explotaba. Habían colocado como una suerte de fondo sobre uno de los balcones, como si uno fuera a hablar, y cada vez que salía un militar, la chiflatina era tremenda. Lo mismo cuando aparecieron el periodismo y los móviles de ATC: fue una lluvia de monedas e insultos... Después vino la represión y tuvimos que salir corriendo por los gases", contó Cristina.

Luego de la entrevista, la mandataria recibió en su suite 54 del hotel Mandarin Oriental, frente al Central Park de New York, a las madres que reclaman por la identidad de sus hijos y habló de la pérdida y el duelo. "El duelo es eterno, es siempre. No tiene final. Lo que dicen los psicólogos, que dura dos o tres años... no sé, eso depende de cada relación. No hay una regla general para el afecto, el cariño y el amor. Depende de cuán intenso haya sido ese vínculo, esa relación -de madre a hijo, o de una pareja-, para que uno pueda o no cerrar ese círculo. Conozco alguna pareja que, habiendo pasado diez años, aún sigue de duelo. No se cierra. Y con un hijo imagino que es algo imposible. Comprendo profundamente el dolor de estas madre. Más allá del derecho a la identidad, está la necesidad de cerrar las heridas", concluyó.
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