lunes, 29 de octubre de 2012

Los hombres que vencieron





Abrazo fraternal.
La guerra cruzó sus destinos en 1982. Volvieron a encontrarse casi 30 años después cuando Tedd, el inglés, tocó a la puerta de la casa de Omar en Moreno, con un estuche bajo el brazo. “Esto es tuyo”, le dijo, y le devolvió la trompeta que había guardado como un tesoro y que a partir de ese momento suena por la paz. Omar Tabarez cortó el silencio en dos con su trompeta. La Stradivarius J. Bach sonó limpia, emocionada y firme a las siete de la mañana del 2 de abril de 1982 en Puerto Argentino. El cabo músico tenía entonces 19 años y pertenecía al Regimiento Mecanizado de Infantería 25 de Sarmiento, Chubut, el día anterior a las diez de la noche le habían dicho que a las pocas horas viajaría a Malvinas. Llevó su trompeta, su libretita azul con las partituras y una vieja pistola que le dieron “por las dudas”. “Lo mío era el arte -dice Omar sonriendo en su casa de Moreno- yo estudiaba música cuatro días a la semana, y los viernes, si venía el instructor, hacíamos algo de entrenamiento, por eso cuando me dijeron que iba a las Malvinas me sorprendí y me fui a buscar la mejor trompeta que había, la que más me gustaba, el estuche más cómodo, sentía que iba a ser algo importante, era el único músico que iba”. A resguardo Cuando Tedd Banks, que integró el Grupo de Paracaidistas 2, volvió de la guerra donó la trompeta de Omar a un museo privado de Irlanda. Pasaron 15 años hasta que el dueño del museo falleció y el ex soldado, ya millonario, fue a recuperar su donación. Todo estaba en su lugar menos una libreta con datos. “El hizo buscar por todo el museo la libretita, revolvieron durante días cajones y cajas hasta que la encontraron, allí figuraba mi nombre”, relata Omar. “Durante muchos años mi trompeta estuvo en su escritorio, cada mañana Tedd se preguntaba si yo estaría vivo o muerto, esa trompeta representaba para él una reivindicación de la vida”. A pesar del dinero y su trabajo como empresario, el escocés no era más que otro veterano de guerra dañado por las esquirlas que el dolor y la muerte dejan en el alma. Volvió a Malvinas a homenajear a los combatientes caídos y allí, frente a la tumba de soldados desconocidos, se interrogó en silencio pensando si acaso aquí descansaba el soldado de la trompeta. De regresó en su país y decidido a encontrarlo contrató a un periodista irlandés, Jeff Farrell, que viajó a la Argentina. Durante semanas el corresponsal consultó registros del ejército sin éxito hasta que dos días antes de viajar para cubrir las elecciones presidenciales en Colombia lo encontró y le dejó un mensaje en el contestador. Se reunieron en Plaza de Mayo y acordaron el encuentro. TOQUE DE DIANA Ese 2 de abril, llegó horas después del desembarco argentino y tocó la Diana de gloria mientras izaban nuestra bandera en Puerto Argentino. “Fue muy emocionante, me dieron la orden y toqué. Después me encomendaron izar y arriar la bandera en la casa del gobernador (Mario Benjamín Menéndez) y dormir con la bandera. Cuando te dan esa orden tenés que honrarla con tu vida y abrazar esa bandera hasta el final”. Los primeros días fueron de reconocimiento y aprendizaje, el mayor problema consistía en encontrar comida y resistir el frío. Pero la respuesta inglesa no tardó en llegar y el ataque comenzó el 1º de mayo. “Nada fue igual desde entonces, iba con mi trompeta para todos lados pero cuando las cosas se empezaron a complicar me pusieron al frente de 12 hombres, casi sin tener experiencia. Y me tuve que hacer cargo, lo único que pedí es que por lo menos me dieran un fusil”. TOQUE DE RETIRADA Las bombas caían día y noche, ya no hubo tregua. “Un día estábamos con los soldados en un galpón cerca del aeropuerto, en plena madrugada empezaron a bombardearnos. Nos despertamos con una explosión y corrimos, nos refugiamos abajo de unos camiones, ahí lloramos y pedimos a Dios. En eso me di cuenta de que me había dejado la bandera del Regimiento adentro del galpón y sin pensarlo me volví a buscarla. No podía dejar la bandera al enemigo. Corrí con mi trompeta y el fusil, cuando entré al galpón pensé ‘que sea lo que Dios quiera’, y me metí. A los cinco segundos salí con la bandera y no paré hasta llegar a unas rocas. Ahí el capitán me ordenó tocar ‘A la Carga’”. La trompeta sonó otra vez marcando los compases del horror que se aproximaba. MINUTO DE SILENCIO El 3 de mayo el cabo Omar fue llamado de urgencia a la casa del gobernador. “Cuando llegué me dijeron que me necesitaban en el cementerio. Me fui corriendo con mi trompeta y al llegar veo a los oficiales al lado de una fosa, me hicieron lugar entre ellos y antes de tocar ‘Silencio’ pude ver cuatro bolsas blancas manchadas con sangre todavía caliente. Eran los cuerpos del teniente Alejandro Dachary y sus hombres, después tomé aire y toqué”. El misterio de la vida y la muerte sonó en aquellas notas. PERDIDA Y REENCUENTRO 14 de junio de 1982 La guerra había terminado. Ese día Omar y sus compañeros fueron puestos en fila para ser requisados. Ya eran prisioneros del ejército británico. Cuando llegó su turno, un soldado enemigo lo revisó y le arrancó el estuche negro con desconfianza. Lo llevó aparte y lo abrió con su jefe. “Me miraron de un modo raro; comentaron algo mientras observaban mi trompeta. Pero el jefe movió la cabeza en señal de negación. Cerraron el estuche y lo dejaron aparte. Sentí que se llevaban algo de mi cuerpo. Me hicieron seguir, no pude ni darme vuelta para verla por última vez, algo se me quedó clavado en el pecho desde entonces”. Omar volvió al continente, y poco a poco reinició su vida. Nada fue igual, jamás volvió a tocar algún instrumento, él que era músico de alma. Estudió profesorado de historia, conoció a Sandra, su mujer, también docente, se casó y tuvo dos hijos. Construyó una vida pero en un lugar remoto de su alma el silencio se había instalado. 14 de junio de 2010 De pie, junto a la puerta de la casa de Paso del Rey, está Tedd Banks, el veterano escocés que 28 años atrás se había quedado con su trompeta. Los dos están distintos, han cambiado. Se observan y no se reconocen, pero la memoria no es esquiva y el piolín de los recuerdos comienza a tensarse. Hizo miles de kilómetros para decirle “esto es tuyo” y así entregarle en mano la trompeta arrebatada en Malvinas. EL DIA “En mi casa estaba mi madre, mi mujer, mis hijos y algunos amigos, todos muy ansiosos. Cuando llamaron a la puerta, salió mi mujer porque yo no podía moverme. Tedd entró y me dijo: “Esto es tuyo”, y me entregó el estuche. Nos abrazamos durante mucho tiempo. Los dos sentimos que 28 años después una puerta cerrada por la guerra se había abierto y por ella estábamos pasando dos hombres grandes a recuperar nuestra vida”. Junto a Tedd estaba Jeff, una periodista de la BBC de Londres y una traductora. “Mi trompeta estaba con su brillo y sus correas verde oliva. Al lado, la libretita azul manchada aún con la tierra de Malvinas. “¡Mi vieja amiga, estás de vuelta! Ella estaba igual de joven pero yo, más viejo”, dice Omar. El trompeta, que a partir de ese momento recuperó su salud y vigor, toca ahora donde Malvinas lo requiera. Escuelas, actos, regimientos, siempre en honor a aquella gesta heroica y a los 649 centinelas que allí quedaron. SEÑALES Omar fue caminando a Luján y en el camino encontró una trompetita de plástico con la que se puso a jugar mientras seguía su recorrido. “Pensé en aquella otra, dónde estaría, qué habría sido de ella”, recuerda como si se tratara de una mujer. En los primeros minutos del 2 de abril del 2010 él estaba en San Antonio de Giles, llamado la “Cuna de la Malvinización” porque siempre sus habitantes recordaron la gesta con honor. “Fui a ese acto en la noche del 1º de abril, en los primeros minutos del aniversario un soldado se colocó en posición para tocar el minuto de silencio con su trompeta, pero no salió ni un sonido. La trompeta se quedó callada y pensé: “Mi trompeta sonó siempre, aún en medio del dolor, a veces mi llanto la ahogaba y ella seguía sonando”. A los pocos días recibió el llamado que lo reencontraría con ella. QUE SE VUELVA A ESCUCHAR EN MALVINAS “Volver, uno siempre quiere volver, a veces se sueña con eso pero hasta ahora es imposible. Algún amigo que fue me trajo un poco de arena blanca de las islas, pero por los costos que tiene el pasaje es muy difícil para mí y para mi familia hacer algún plan de ese tipo”. Sin embargo, Omar no puede menos que soñar que su trompeta volverá a escucharse en Malvinas. Ojalá alguien pueda hacer realidad el deseo del trompeta de la guerra.